sábado, 9 de julio de 2011

Jorge Franco y sus silencios


En medio del revuelo por los estrenos de las adaptaciones de Rosario Tijeras en T.V y Melodrama en teatro, el escritor sacrificó el placer que le produce el aislamiento para mostrarse en profundidad. 

La timidez de Jorge Franco (Medellín, 1962) es casi tan famosa como sus novelas. Parecía una misión imposible hablar con él, y no menos difícil la tarea de lograr que sus palabras fueran más allá de lo que dicen los personajes de su obra. Pero hablar de literatura, el tema del que más sabe opinar, poco a poco lo fue conduciendo a recorrerse a sí mismo.

Su personalidad solitaria y sedentaria se fue revelando en la descripción de sus pasiones y de sus sentimientos. Luego de un corto ‘rompehielos’ literario, el escritor confesó que era un hedonista y, a la vez, un recuperado enfermo del amor.

Mientras camina por su apartamento, un espacio rico en diseño y en mezclas de estilos convenidos con su esposa, el antioqueño habla de sus placeres. Y comienza con los dos que siempre han estado presentes en sus novelas y en su vida: la belleza y las mujeres. Mira el cuadro de gran formato de Germán Londoño, un “desmembramiento de Rosario Tijeras” que el pintor le regaló poco después de la publicación de la novela en 1998.

Lo mira y sus ojos todavía se sorprenden al notar la fascinación que ha provocado Rosario entre la gente, que se sigue enamorando de una asesina, de una mujer que no quiere a nadie. Es un misterio para él que Rosario aún despierte sentimientos en cineastas, pintores, músicos y directores de televisión. Eso sí, se afana por aclarar que su personaje es el del libro y que responde sólo por ese. “Esos frutos que ha dejado en otros artistas no son míos”, enfatiza. Pero tampoco necesita inmortalizarla ni defenderla. Así de desapegado es con respecto a sus personajes y a su vida. Como si estuviera haciendo un análisis de sus sensaciones, suelta una frase: “Disfrútalo y olvídalo”. Luego sonríe y admite que es un lema que se acaba de inventar.

A sus 47 años, todos los procesos de la vida lo maravillan y los goza, pero ahora se ocupa más de lo que viene. Tal vez por eso hace mucho tiempo dejó de irritarse con las críticas a sus libros. Mira por la ventana y hace una especie de lista de deseos y realidades: quisiera escribir mucho mejor, reconoce que hace lo que puede; sabe que vive un proceso de aprendizaje gradual, vive lleno de altibajos; entiende que el resultado de todos sus libros no es el mismo, y además de eso, parece no posar cuando concluye que definitivamente él no es su autor favorito. El escritor confesó que era un hedonista y, a la vez, un recuperado enfermo del amor.

Entonces, la timidez de la que hablan muchos se transforma en honestidad. Jorge Franco Ramos, el escritor, dice que se siente halagado cuando alguien que sabe tanto del oficio y sus dificultades como Gabriel García Márquez haya dicho de él: “Es uno de los escritores colombianos a quien yo deseo pasarle la antorcha”. Pero Jorge, el único hijo varón de una tradicional familia antioqueña, cree firmemente que esta frase hay que apagarla: “… y no me voy a quedar bailando con ella”.

De la misma manera que no ha bailado nunca más con Reina, la protagonista de Paraíso Travel (2001); tampoco siguió este juego de seducción con las mujeres de Melodrama (2006), con las que rompió su esquema de sensualidad, belleza y fuerza para abrirles un espacio a mujeres diferentes, más maduras, “más parte del historial de cualquier familia”. Las mujeres siempre lo han puesto a pensar. “Son un universo en el que vivo y que no termino de conocer”, dice.

Como si estuviera pasando las hojas del álbum de fotos de su juventud, recuerda los años en los que se sintió muy atraído por las amigas más bonitas y por actrices tan espectaculares como Ingrid Bergman. Entonces hace una pausa para reflexionar: “Es parte del hedonismo, los artistas nos sentimos muy atraídos por la belleza”. Pero igual que con el amor, que le hizo sentirse enfermo durante muchos años, ha logrado acomodar esos placeres en su verdadero lugar, son complementos poco indispensables para su vida, algo de lo que puede prescindir.

Pasa otra página del álbum y aparece otra mujer, Natalia Echavarría, la esposa que lo acompaña hace 11 años, aquella que lo conquistó, esa que dejó de ser la amiguita de su hermana para convertirse en la mujer con la que cada día se encuentra en el gusto por el cine y los viajes. Una compañera que todavía lo pellizca para que la saque a bailar, pero que se mantiene a su lado apoyada en la vida que han construido juntos, una historia de dos ahora compartida con Valeria, la hija que hace tres años y medio se convirtió en el amor de su vida. Una niña que le ilumina los ojos y que llegó a los dos meses de nacida después de una espera muy larga, para apagar la ansiedad de tenerla. “Estrené el corazón con ella –dice– me regresó al pasado, a mi niñez”.
“Parece que hay un universo en el que vivo y que no termino de conocer”, dice.

Parece que ha hablado más de la cuenta. Justamente una de las razones por las que decidió convertirse en escritor fue siempre la falta de ganas de hablar y de salir. Ahora tiene que conjugar estos dos verbos como nunca lo ha hecho en la vida, Jorge Franco hace cosas por el escritor, como aparecer en la alfombra roja de los estrenos de las películas basadas en sus libros, o dar entrevistas. Se siente asfixiado con su sobreexposición en los medios, pero se resigna: “La literatura es un producto difícil de vender y hay que empujar las obras para que se conozcan”. Quizás por eso nos abrió las puertas y nos ha dejado conocer algo de sí mismo.

Tomado de la revista Cromos.com.co (viernes 12 de febrero de 2010).

No hay comentarios:

Publicar un comentario